viernes, septiembre 28, 2007

De lo espiritual en el arte.




Über das Geistige in der Kunst, con este título original publicaba Kandinsky en 1912, en la editorial alemana R. Riper & Co., este delicioso libro dividido en dos grandes apartados, siendo el segundo de ellos dedicado extensa y específicamente a la pintura. Surgió, como el mismo autor reconocía, de las espontáneas y cotidianas anotaciones que de sus pensamientos hacía en sus cuadernillos de notas, elementos éstos imprescindibles y casi inherentes a la figura de los artistas. En todo el libro, Kandinsky despliega con suma y profunda delicadeza todos los aspectos más teóricos que su bello oficio como pintor le planteaban en el devenir y desarrollo de sus taréas. Es especialmente reseñable el segundo apartado dedicado únicamente a la pintura, al que ya aludí anteriormente. En él, el maestro de la plástica musical, hace todo un recorrido por sus experimentaciones sobre los efectos del color, el lenguaje que surge de las formas y los colores, así como una teoría casi delacroixiana de lo que supone llegar al conocimiento más metafísico de los misterios que encierra la pintura en su parte más teórica y siempre en relación a la obra del arte y el artista, ya no como espectador sino como hacedor de milagros pictóricos totalmente estructurados y teorizados por Kandisnky con una exhaustividad pasmosa, todo ello de la mano de verdaderas lecciones de espiritualidad al tratar, por ejemplo, el movimiento de la geometría y sus antinomias cromáticas. Surgen toda una serie de comparaciones de creación de sujetos cromáticos y sus contrarios, de reglas de lo que activa o pasiva la musicalidad y el movimiento que todo color en unión con otro confiere a la composición de la obra. Teorías todas ellas basadas en la experiencia, en el conocimiento más perfecto de la historia del arte y sus predecesores, pero sobre todo, por ese sentir casi místico que Kandisnky tenía con la obra de arte y su lectura, casi me atrevería a decir, que metafísica. Con todo ello el autor teoriza desde la experiencia pictórica como hacedor y como espectador pero también como experimentos desde el terreno de los sentimientos, a lo que el propio autor añadía que, en este último aspecto, hubiera deseado ser mucho más extenso, tarea que dejaba abierta a otros autores.
Este libro nos muestra al Kandinsky más humano y profundo, en la medida en que hace de cada asociación cromática, de cada movimiento geométrico, un mundo musical único en donde los colores y las formas tienen características únicas y propias, pero que conjugados, nos dan toda un gama armoniosa y de infinitas combinaciones válidas, válidas físicamente pero, sobre todo, porque éstas nos hacen sentir de una forma u otra, nos cambia el humor, nos hace más cercanos o lejanos a la propia obra, paragones sentimentales entre los colores que percibimos y el sentir que estos causan en nuestro interior. Un mundo cromático de formas conjugadas que nos proporcionan placer o bienestar, en tanto en cuanto, esas entrelazadas formas sean las justas y las adecuadas. Sinfonías de color, orquestas de sentimientos, todo unido para hacer de este libro una lectura sumamente recomendable a la vez que gratificante.

2 comentarios:

Mariano Cruz dijo...

La casualidad ha querido que en esas mismas fechas en que tú lo hacías yo también estuviera escribiendo sobre Kandinsky (entre otros), aunque no de forma tan bella a como tú lo has hecho. Me alegro de leerte de nuevo. Un beso

Angie dijo...

Gracias, tus palabras son siempre bondadosas y se intuyen sinceras. 'Menos es más' como bien decía el estimado Mies. Tan sólo puedo decirte que: 'Me alegro de leerte de nuevo. Un beso'.